Esbozo de crítica a las filosofías «de la diferencia»

La concepción ontológica diferencial es común a todos los planteamientos filosóficos posmodernos. El núcleo de su problematicidad consiste en su radical negación de la verdad objetiva, lo cual conlleva la anulación de la evidencia científica e histórica. El absurdo de algo así se hace evidente tan solo observando que cada clase social ha desarrollado sus medios de producción siempre acompañadas de un determinado desarrollo de la técnica, que implica por definición el empleo de verdad objetiva. El concepto de diferencia ontológica fundamental propia de lod autores posmodernos, entre los que está Deleuze, es una negación de la dialéctica, una metafísica, porque no reconoce los momentos dialécticos de negación y negación de la negación, sino tan solo una multiplicidad infinita de positividades sin relación alguna. En ese sentido podría decirse que constituye un tipo de positivismo (no me extraña teniendo en cuenta la importancia que deleuze le da a filósofos como Hume). La presuposición de esa diferencia ontológica fundamental tiene una inspiración importante de Spinoza (otro pensador importante en Deleuze) y lo que constituye es un mundo como extensión infinita de materia desordenada que solo cobra para nosotros apariencia de orden en ciertos momentos por mero azar. En un planteamiento tal, donde solo hay una infinidad de multiplicidades abstractas en relación unas con otras, subyace una metafísica: las multiplicidades, a las que se reduce a fin de cuentas la realidad, no son nada real, porque son científicamente indemostrables. Acaban, de hecho, con la posibilidad de ciencia, la cual necesita de poder establecer leyes objetivas de los fenómenos que observa. Asimismo, esta reducción a la nada de la realidad, por la cual nada tiene conexión objetiva con nada, obvia la agencia humana, a la que transforma o bien en algo que debe detenerse para preservar el estado «real» de las cosas como inconexas, o bien debe actuar para esa misma conservación. Evidentemente, cosas así reducen toda actividad humana a un mero ejercicio de contemplación, y dado el sinsentido de algo así, teniendo en cuenta que el mundo sigue moviéndose en sus contradicciones fuera de ese ejercicio de contemplación, queda claro que no se trata de otra cosa más que de un ejercicio de charlatanería académica. Idealismo. Estos planteamientos de la diferencia reducen la contradicción entre la unidad finita del todo y la multiplicidad infinita de las partes al polo de la multiplicidad infinita de las partes y se olvida de la realidad efectiva del otro polo achacándola abstractamente de colonial o autoritaria, sin saber realmente lo que dicen. El resultado en la práctica de algo como esto es justamente lo más injusto para los pueblos de todo el mundo y la libertad de los individuos: la conservación del statu quo. La anulación de toda política que se plantee transformar radicalmente el mundo. Y, por supuesto, ¿qué prueba más clara de lo que digo que la historia? El socialismo lleva más de cien años logrando objetivos, a pesar de que en la actualidad el proyecto en general se haya tumbado, aunque a día de hoy sigue habiendo insurgencias socialistas más o menos acertadas en lo teórico. Las ontologías de la diferencia, desde finales de este siglo, no han tenido éxito en cambiar nada.